martes, 18 de octubre de 2011

Evocando a Teresa







En secreto soñaba con ser titiritera,

funambulista en equilibrio indiferente

en una cuerda etérea; para

diseñar con el humo de sus brazos

imposibles estrellas sin aristas.



Y aún hoy la espero, Campanilla eterna,

suspendida al bies de una sonrisa

e impulsada por el rayo de Mercurio,

que la torna caricia de ida y vuelta.



Un día asomará de nuevo, dando

un salto mortal contra el olvido,

rociándome de su ambigua risa,

que no eclipsa ni demuestra apegos.

 

Y marchará rauda tras los años,

impelida por invisibles alas; leve,

a fabricar gaseosas piruetas y a

madurar eclécticos afectos.

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