La viveza del colibrí en tus ojos;
el poderío de madre en tus palabras;
en tus dedos, la generosidad que
el Alzheimer no ha sabido encontrar.
Sólo los cercanos conocemos que te han salido
graves goteras en la azotea.
Te preocupa que tu pequeño esté bien,
y que si viaja sea cerca , a lo sumo
a la “calle” Bélgica, y eso sí,
que trabaje, que trabaje mucho.
Te inquietan esas personas que, en
lo alto de la pared, en la fotografía,
se asoman demasiado y pueden caer;
y…. ¿cómo habrán subido hasta allá arriba?.
Controlas lo que fumamos y nos cambias los cigarrillos
por caramelos de menta o por rosquillas.
Entre letanía y letanía, preguntas por lo evidente
reiteradamente, pero en esencia,
tú eres la misma, que siempre estuvo en paz,
y que tuvo los hijos que le vinieron,
siete, y ninguno ceribato,
que viene a ser , en jacetano,
no muy espabilado.
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